martes, marzo 26, 2013

Reflejos en una Luna llena.

Estaba pensando en que la luna no podría ser sino el reflejo de todo aquello que deseo, un artefacto luminoso para hacer visible hacia la mente cerebral lo que hierve en mi corazón, su forma redonda cuando está llena no deja dudas de que todo es un ciclo donde mezclamos las realidades con cierto grado de alucinación, las suyas, las mías, las del perro que ya no tengo, las del gato que me espera fingiendo ser mi dueño; la luna espera la noche, la ausencia de día, para brillar descalza sobre las montañas que se pintan de azul, para que las sombras la proclamen Reina, sólo ella decide sobre su existencia, porque ¿cómo sabrían que la luna es oscura, si al quererla mirar desaparecen por su brillante rostro? Una ilusión sobrenatural su presencia, y a la vez una cruel realidad su ausencia, como he dicho, sin ese transporte que sirve a mi corazón ¿podría yo mirarme sin descarnar mi pecho? El intento siempre es una tentación muy grande.

Que son sus cráteres sino las huellas de batallas emprendidas entre razón y sentimientos, cuando al descubrir lo que parecía "la verdad" cada parte se daba cuenta de que miraban en sentidos opuestos, y "la verdad" tan descarada como suele ser, se les escabullía hacia las estrellas dejando un enorme cráter en su superficie.

Y que decir de sus otros rostros cortados por cuartos hasta casi borrarla del cielo, el corazón no siempre entiende todo lo que desea, y suele dejar esos espacios oscuros no como un no-deseo sino como la oportunidad expresada en un lienzo negro esperando la luz del entendimiento, en eso suele ayudar la mente, que tan devaluada está en estos menesteres.

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