La noche coronada con tres estrellas se asoma por la ventana, adentro los libre pensantes del mundo, muertos todos porque ya no hay libertad en este planeta, y quien sabe si en el universo, nadie puede escapar a comprobarlo sin morir asfixiado, como mueren todas las ideas que tienen alas, sólo el asesino de la conciencia parado frente al juez de la naturaleza se atreve a llevar la cabeza de un cerdo aún chorreando sangre que deposita en un cáliz que transforma la sangre del animal en agua bendita para las multitudes que le rezan a dioses invisibles, intocables, innombrables seres que estando sin estar siembran dudas, esperanzas y clavos de acero en los pies y manos para permanecer en una realidad llena de ilusiones, donde la más anhelada ilusión es la de alcanzar el ser "real". D-Ch.
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